jueves, 30 de diciembre de 2010

Las huellas de expresión

Las huellas de expresión
El espejo también habla, a ella le habló. Como cada mañana, se levantaba para bañarse, lavarse los dientes y maquillarse frente al espejo. En esta ocasión, las líneas de expresión de sus ojos se notaban más que nunca, o será acaso que apenas se había detenido a verlas con detalle?.

Para ella, aquello que hablaba su rostro frente al espejo significada la vejez, ese pasar de los años que ya estaban sobre ella, y no podía permitirlo. Sentía que tenía algo que hacer inmediatamente, y decidida a ello buscó en el directorio algún número de un cirujano plástico. Tenía dinero, y preguntando no perdería nada.

Y así fue, hizo cita, decidida a quitarse aquellas líneas que tanto se le marcaban ya por la edad. Al llegar al consultorio se presentó con el cirujano, dando los buenos días. Sin embargo, este último, se encontraba volteado en la silla de su escritorio. Ella alzando un poco la voz, volvió a decir nuevamente “buenos días”, hasta que el doctor de inmediato se volteó. Sin dejar que ella hablara, comenzó a decirle que su sonrisa era encantadora, y ella al escuchar esas palabras, quedó sorprendida, ya que no había sonreído en ningún momento desde que entró al consultorio, por lo que, lo único que pudo hacer en ese momento fue una expresión de desconcierto frente aquel cirujano. Él por su parte, siguió hablando, en esta ocasión le dijo que no solo su sonrisa era hermosa, sino que también su mirada lo era. Como esto parecía ir más allá de lo común para ella, decidió darse la vuelta, pero en ese momento, algo la detuvo. Y fue él, quien rápidamente al ver que iba caminando hacia afuera, la tomo precavidamente del brazo, no permitiendo su paso.

Al tenerla sujetada le dijo que podía saber de lo bello de su sonrisa gracias a esas líneas de expresión que se dibujan en sus ojos, y en relación a su mirada, le comentó que no había duda para nadie de que fuera tan hermosa como él anteriormente lo había afirmado.

Ella seguía sin comprender absolutamente nada de aquellas palabras, y lo único que pudo hacer en ese momento fue quitarle lenta pero cautelosamente la mano de su brazo. Él por su parte la seguía mirando y con un tono de amabilidad como si se conocieran de años atrás, la invitó a tomar asiento dentro del consultorio. Ella por su parte, a pesar de aquellas dudas que circulaban en ese momento por su mente, se sintió por un momento en paz, llena de confianza, como si ese hombre le transmitiera algún tipo de energía extrañamente familiar. Y sin pensarlo mucho, tomó asiento en búsqueda de respuestas más claras, pero esta vez, tomando ella la iniciativa y la palabra. Le preguntó que quién era él, qué si era esto algún tipo de cortejo, porque no lo permitiría, pero él solamente sonrió, y le contestó que lo único que intentaba decirle es que era bella así como estaba, que esas líneas de expresión por las cuales ella había ido, no eran más que las huellas de cada sonrisa memorable que a lo largo de su vida había tenido, huellas que el tiempo no puede borrar, mucho menos las manos de un cirujano.

Quizá pueda taparlas, siguió hablando el cirujano, pero no quitarlas. Esas sonrisas han dejado marcas mucho más profundas, han penetrado hasta su alma, y su cuerpo no puede hacer nada más que reaccionar, porque está vivo, como una flor cuando uno de sus bellos pétalos se dobla, que no puede volver a ser como antes, pero que no por ello dejara de ser un hermoso ser vivo.

Ella, anonadada, sin comprender toda esa escena que se presentaba frente a sus ojos, solo guardaba silencio. Cómo era posible que un cirujano, quien supuestamente debería querer operarla ya que es su trabajo, ahora quiera persuadirla para arrepentirse. Algo no estaba bien, y ella se lo cuestionaría de inmediato. Quién es usted, y por qué hace todo esto? él que se encontraba frente a ella, solo contestó: soy tú mismo, a veces unos que otros me llaman subconsciente, en este preciso momento estás soñando bella mujer, y es aquí donde verdaderamente me escuchas, o mejor dicho en donde tú te escuchas, pero por ahora, el tiempo terminó, y debes despertar.

Ella despertó algo asustada, se quitó las cobijas de encima, vio el reloj, el cual marcaba las 4:30 am, corrió al baño y se miró el rostro. Ahí estaban las arrugas, esas líneas de expresión que habían sido las protagonistas de su sueño Pero esta vez no las miró como un signo de vejez, sino de otra forma muy diferente. Frente al espejo se tocó delicadamente el rostro, hasta llegar a cada una de esas líneas, y entonces sólo sonrió y soltó estas palabras al aire, como diciéndoselas a ella misma: “ahí va, otra sonrisa, otra bella huella de las líneas de expresión”.

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